¿Es innato el ritmo musical?

El ritmo musical podría ser una capacidad innata más que adquirida aunque es un debate que hoy en día continua abierto. ¿Será una consecuencia de la percepción continua de los latidos cardíacos de la madre durante el desarrollo fetal? Es curioso que los seres humanos seamos la única especie capaz de sincronizar, en grupo, los movimientos al ritmo de la música. Otros animales, como los chimpancés y los elefantes tienen la habilidad de dar golpes con palos, pero individualmente, y no son capaces de sincronizarlos conjuntamente. Ésta es una de las razones en la que se basan algunos autores para explicar la función evolutiva de la música y su conservación a lo largo de los cientos de miles de años desde la aparición del ser humano en la Tierra, aun cuando se supone que no es esencial para sobrevivir. Pero, en cambio, es evidente que la música tiene una importante función social ya que facilita las relaciones entre grupos o colectivos de personas. ¿Qué ocurre en los conciertos multitudinarios, en los actos académicos al cantar el “Gaudeamus igitur”, en los eventos políticos al son de los himnos nacionales? Nos inundan sentimientos de hermandad, compañerismo, cohesión, confianza,… Son respuestas que los psicobiólogos explican en base a los cambios bioquímicos cerebrales –entre ellos un aumento de la oxitocina- que experimentan bajo estas situaciones multitudinarias inundadas de estímulos musicales.

¿Cómo aprendemos a percibir el ritmo musical? La prestigiosa revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) publicó, el año 2009, un estudio de un grupo de investigadores de Hungría y de los Países Bajos, liderado por Henkjan Honing, en el cuál se afirmaba que los bebés recién nacidos ya eran capaces de detectar secuencias rítmicas de sonido. Era una afirmación sorprendente pues, hasta la fecha, se consideraba que la percepción del ritmo se adquiría durante los primeros meses de vida y se atribuía principalmente al movimiento rítmico de acunación. Dichas conclusiones se obtuvieron después de registrar la respuesta encefalográfica a bebés de tan sólo 3 días mientras dormían y escuchaban-a través de auriculares-determinadas secuencias rítmicas de rock. Cada cierto tiempo, periódicamente, se omitía el primer golpe de ritmo del compás y el cerebro de los bebés ofrecía una respuesta bioeléctrica asociada a una contradicción en sus expectativas sensoriales. De alguna forma percibían la ausencia de “algo” que estaba previsto que ocurriera e inconscientemente, ante su carencia,  su cerebro emitía esa señal eléctrica mostrando su disconformidad. La misma prueba efectuada a un grupo de 14 adultos tuvo los mismos resultados. Se dedujo que el sistema auditivo del recién nacido era ya sensible a las periodicidades de forma innata pues era capaz de crearse expectativas sobre el comienzo de un nuevo ciclo. Según palabras del investigador, “…es una prueba de que los bebés tienen un ritmo central cuando nacen”.

Jordi A. Jauset

(Extracto del próximo libro sobre “Los beneficios del aprendizaje musical en la educación”)

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