La música y el sistema inmunitario

Que la música afecte a nuestro estado de ánimo es plenamente aceptado, incluso por aquellos más escépticos pues, ¿quién no lo ha experimentado? Pero, considerar que influye en nuestro sistema inmunitario, parece más un hecho paranormal que científico, al menos por aquellos que desconocen el origen vibracional y el proceso de percepción musical través del sistema nervioso.

Vayamos por partes. El sistema inmunitario (inmunológico) es la defensa natural que posee nuestro organismo detectando los patógenos o agentes dañinos como pueden ser los virus, las bacterias, tumores, etc., protegiéndonos de infecciones y enfermedades que puedan dañar a nuestras células y tejidos. La principal barrera de protección que posee el sistema inmunitario es la piel, las mucosas, las vías respiratorias y el ácido estomacal. Dos componentes importantes, del sistema inmunitario son, entre otros,  las inmunoglobulinas y las citoquinas.

Las inmunoglobulinas o anticuerpos son una clase de glóbulos blancos o leucocitos, y entre ellas está la de tipo A, presente en las superficies mucosas (saliva, secreciones respiratorias, gastrointestinales, …) y en la sangre, ayudando a prevenir infecciones y evitando que los patógenos penetren en el plasma sanguíneo.

Las citoquinas (citosinas) son proteínas, que actúan como mensajeros del sistema inmunológico facilitando la comunicación entre las células inmunitarias. De todas las citocinas que puede producir el organismo, las interleucinas (IL) están entrelas más importantes.Su acción fundamental es la de regular la inflamación a través de diversos mecanismos y, en general, pueden ser proinflamatorias y antiinflamatorias.

Volviendo a la música y sus efectos, en los últimos años se han realizado diversos estudios para medir los niveles de las citoquinas y de la inmunoglobulina A, hallándose que aumentan después del canto y/o de escuchar música (Fancourt, Ockelford y Belai, 2014). Con anterioridad, se conocía que las concentraciones de adrenalina y cortisol en sangre (generadas en situaciones de estrés) disminuían después de cantar durante una hora o incluso de escuchar música. Estas sustancias también influyen en el sistema inmunológico.

Por tanto, la influencia de la música en el sistema inmunitario ha dejado de ser un hecho pseudocientífico pues está avalado por importantes estudios de prestigiosos investigadores.

Puedes ampliar la información en los diversos enlaces adjuntos en este resumen.

2 Comentarios
  • Julia Silveira López
    Publicado a las 09:24h, 15 mayo Responder

    Siempre me han dicho que soy una persona bastante equilibrada (otros directamente me dicen que soy una pesada ). Desde que alcanzo a recordar, es decir desde muy temprana edad, siempre tarareo sin siquiera darme cuenta. En muchas ocasiones me han llamado la atención, sin ir más lejos, el otro día en el hospital mi marido, que se accidentó con la moto, me dijo con mucha amabilidad “No cantes mujer, que estamos en el hospital”. Callé y al rato me fui al pasillo para andar un poco y poder tararear. Es una necesidad. No importa que esté triste o alegre, confiada o preocupada, siempre tarareo. Al leer vuestro artículo creo entender qué me pasa. Tener la música en el cerebro y dejarla salir es para mí una necesidad vital. Es como el aire que respiro, inhalo y exhalo. Lo mismo con la música. No soy científica, ni psiquiatra. No conozco bien el funcionamiento de nuestro cerebro, pero creo que esta experiencia que vivo con la música desde que tengo uso de razón, debe tener algo que ver con mi fortaleza psíquica para afrontar con calma los retos más difíciles y para recuperarme de enfermedades graves. Sí, definitivamente creo que, como decía Nietzsche, la vida sin música no merece la pena.

  • Josep Maria Bachs Estany
    Publicado a las 07:20h, 15 mayo Responder

    No hace muchos años leí una obra del Dr. Tomates, experto francés que es conocido por su método de tratamiento de la dislexia y otros disturbios del aprendizaje infantil y juvenil a través de la música, que en Francia se experimentó empíricamente tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II que muchos monasterios padecieron repentinos problemas de salud al suprimir el gregoriano y que sólo volvieron a la normalidad tras restaurar su práctica

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