La sincronización sensoriomotora con música reduce la percepción de dolor.

“La música no es mágica, pero tiene magia, y la neurociencia nos ayuda a descubrirla” Es una de mis frases favoritas. Se me ocurrió hace algunos años cuando me sorprendía, cada vez que leía los resultados de investigaciones con estímulos musicales, cómo nos afectaban y, especialmente, su influencia en la salud.

El simple hecho de escuchar música, aunque parezca una acción pasiva, es muy estimulante para el cerebro, pues dinamiza las conexiones neuronales entre distintas áreas de ambos hemisferios relacionadas con una gran diversidad de funciones (sensoriales, emocionales, motoras, cognitivas,…) Si, en vez de escuchar música, la interpretamos, la activación e involucración de distintas áreas aumenta, pues entran en juego otros mecanismos, como la toma de decisiones, los movimientos motores, la memorización, …Y, si lo que hacemos es bailar, practicar la danza, se estimulan, además, áreas específicas relacionadas con el equilibrio y las neuronas espejo, produciéndose un aumento  de factores neurotróficos (BDNF) tan importantes para las sinapsis y el hipocampo (memoria). En mi obra ¿La música distrae? Neuromúsica y educacion, se detallan estas actividades musicales junto con los procesos cerebrales que subyacen.

Los efectos de la música son diversos, afectando a nuestros sistemas emocional, fisiológico, cognitivo, social, espiritual…En función de la disfunción o enfermedad, los musicoterapeutas aplican una u otra estrategia que incida adecuadamente en una mejora de la calidad de vida.

En los últimos años, diversas investigaciones han explorado la capacidad de la escucha pasiva de música, en la reducción de la percepción de dolor. Un ejemplo es la tesis doctoral del anestesiólogo Dr. Pere Berbel Sánchez.

En un reciente estudio, se ha ido más lejos y se ha evaluado hasta qué punto la escucha activa de música, preferida o familiar, siguiendo o no el tempo mediante el golpeteo de los dedos de las manos o el pie, influye en la percepción de dolor. Los resultados concluyen que la menor percepción de dolor se consigue cuando se escucha la música preferida y, simultáneamente, se sigue su tempo chasqueando los dedos de las manos o con el pie. Es decir, añadir movimiento a la escucha pasiva de la música reduce, según la investigación, la percepción de dolor.

La justificación, con la prudencia que siempre hay que considerar en los resultados de los estudios, se basa en mecanismos emocionales, atencionales y de estimulación del sistema opioide endógeno, con la consiguiente liberación de endorfinas.

Sin comentarios

Escribe un comentario