¿Algoritmos sanadores?

La música, sin duda alguna, nos hace la vida más agradable. A través de ella nos comunicamos, nos expresamos, nos entretiene, afecta profundamente a nuestras emociones, …por ello está siempre presente en eventos sociales, religiosos, políticos, o de otro tipo. Pero, además, la música siempre ha tenido un valor terapéutico. La neurociencia ha permitido, en los últimos años, evidenciar cómo a través de los cambios bioquímicos en respuesta a la interacción música-cerebro, la música, adecuadamente dirigida por competentes profesionales, es una potente y eficaz herramienta terapéutica que ayuda a proporcionar una mejor calidad de vida.

Los componentes o factores estéticos de la música cambian según las épocas, influenciados por la cultura del entorno. Por ello cada cultura tiene su propia música. Pero, si se desea utilizar la música con una función más terapéutica que estética, habrá que tener en cuenta determinadas reglas musicales de acorde con lo que se desea conseguir y en base a la experiencia clínica acumulada.

Si prestamos atención a las canciones de cuna, observamos que sus fines no son puramente estéticos sino que pretenden acompañar, calmar, dormir, a ese bebé que tenemos en nuestros brazos o que mecemos en la cuna. Dichas canciones de cuna (nanas) comparten determinadas características musicales (bajo volumen, melódicas, susurrantes, tonalidades agudas, lentas,…) que, son muy parecidas en la mayoría de culturas. De forma similar, cuando la música es utilizada para determinados fines terapéuticos (mejorar la movilidad de un miembro o reducir la percepción de dolor, por ejemplo), debe adecuarse con específicos parámetros y/o dinámicas. Así podrá predominar la melodía, el ritmo o la armonía, una u otra tonalidad, un tempo lento, medio o alto, … en función de los resultados a conseguir.

Hoy en día, la inteligencia artificial permite, con los adecuados algoritmos, diseñar o componer música específica. Considerando la experiencia acumulada, las evidencias clínicas, las investigaciones recientes, pueden formularse y considerarse determinadas hipótesis musicales. Así, la estructura musical, junto con sus parámetros, se pueden controlar, modelar y adaptar a las necesidades requeridas, para alcanzar los objetivos deseados.

Un ejemplo que muestra los resultados de la inteligencia artificial son los algoritmos de Melomics, los cuales componen  música relajante para ayudar en la disminución de determinados síntomas que caracterizan frecuentes situaciones clínicas como son la ansiedad preoperatoria, el estrés, el dolor,… En la plataforma Spotify pueden escucharse dichas composiciones (“Music for Relaxation” y “Music for Pain Relief”). Son algunas muestras de cómo la inteligencia artificial, bajo el control y diseño humano, puede crear composiciones musicales con determinadas características específicas y modificables. ¡Un deseado reencuentro de la música y la ciencia!

Puedes hallar información complementaria en el artículo original (Raglio y Vico, 2017).

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